Historia de éxito de Ednica. Testimonio de Belém Rodríguez.

Belém Rodríguez Lucas relata el mayor aprendizaje que ha adquirido en Ednica. Escucha su testimonio.

Hola. Mi nombre es Belém Rodríguez Lucas, tengo 20 años, vengo asistiendo a Ednica desde los 6 años.

Para mí Ednica ha sido un factor muy importante en mi vida porque en lo largo de mi vida en Ednica he tenido la oportunidad de saber muchas cosas, participar en los talleres como salud, recreación, computación, prevención del embarazo y muchos así.

Pero para mi, lo más importan de de todo lo que he aprendido de Ednica son mis derechos, a tener un desarrollo pleno y digno, que no por nacer en un entorno como la situación de calle tenga que repetir los mismos patrones.

Para mí Ednica ha sido ese apoyo para saber que hay más que solo la calle. Actualmente me encuentro estudiante la universidad, estoy estudiando Derecho. A mí lo que me impulsó a estudiar la carrera es que Ednica me ha permitido ver que tengo derechos y que estos derechos nos permiten tener un desarrollo pleno, pero a veces el entorno en el que nos encontramos ni siquiera sabemos que los tenemos.

Yo cuando termine mi carrera, mi gran anhelo es poder trabajar en una asociación civil y poder hacer lo mismo que hace Ednica.

Historias de éxito de organizaciones de la sociedad civil, lee más en el siguiente enlace. Envía tus historias de éxito a alejandra.gonzalez@cemefi.org para que sean publicadas en este espacio y en las redes sociales de Cemefi.

Foto de Belém Rodríguez
Belém Rodríguez aprendió “que hay más que solo la calle” gracias a Ednica.

“¿A dónde puedo llegar, sin estudios y sin carrera?” Era la pregunta que con tristeza se hacía Guadalupe, quien tuvo que abandonar su carrera de música por problemas económicos, pero todo cambió cuando ingresó a La Cima IAP. Conoce su historia.

La Cima apoyó a Guadalupe para que regresara a la universidad para concluir su Licenciatura en Música.

Historia de éxito de La Cima I.A.P. Testimonio de Guadalupe Lomas

Mi situación antes de ingresar a La Cima es que yo acababa de dejar la carrera por problemas económicos, ya que implicaba un gasto fuerte vivir fuera de casa: tener que pagar renta, la comida y la colegiatura.

Yo en ese momento empecé a trabajar dando clases de piano y con lo que ganaba lo ocupaba para pagar la renta y la comida, seguir viviendo aquí en Querétaro y también para unas clases particulares de piano. Y nunca dejar de prepararme. 

Yo nunca dejé la idea de continuar la carrera, solo que no sabía de qué manera lo iba a lograr, hasta que encontré a La Cima. Me sentía con algo de miedo e incertidumbre al futuro, como…¿a dónde podría llegar?

Sin estudios y sin carrera…y también con un poco de tristeza porque sentía que había falta de oportunidades para poder continuar mis estudios cuando yo tenía mucha voluntad. Pero igual nunca dejé la intención de que se me iban a abrir las puertas y así fue como ingresé a La Cima.

Los talleres o cursos que más valoro (que me han otorgado), son los de autoconocimiento, porque me ayudan a actuar en diversas áreas de mi vida de una manera más…sensata y prudente, a ser más empática con las personas e incluso conmigo misma.

Como ejemplos de los talleres son Semiología de la vida cotidiana y Mi terapia personal. también agradezco todo lo demás que se me ha brindado; económicamente e incluso un piano. Yo no tenía un piano acústico, solo tenía un piano electrónico. Pero gracias a donativos de personas muy generosas fue que también logré cumplir ese sueño.

El hecho de yo poder tener un proyecto comunitario es otorgar las mismas oportunidades que a mí se me han brindado, a cada vez más personas, es crear igualdad para que cada vez más niños y jóvenes puedan desarrollar todos sus talentos y habilidades y que sepan que pueden cumplir todas sus metas o sueños con mucha voluntad.

Foto de Guadalupe Lomas
Guadalupe sintió que no podría regresar a la universidad hasta que encontró el apoyo de La Cima IAP.

“Miroslava solo sostenía su cuello hace seis meses y ahora ya hasta camina”, asegura Julieta al relatar los rápidos avances que ha tenido su hija Miroslava en tan solo un semestre. Conoce su historia.

Fundación Down de Puebla, desarrolla al máximo las capacidades de las personas con síndrome de Down.

Mi nombre es Julieta Bernal, mamá de Miroslava Jiménez. Ella tiene síndrome de Down, trisomía 21 y tiene 2 años.   

Cuando nosotros llegamos a la Fundación Down de Puebla, en abril del año pasado, Miroslava solo sostenía la cabeza, solo tenía control de su cuellito. 

Después de 6 meses de trabajar aquí, en estimulación temprana uno, con la doctora Verónica, hemos tenido un avance impresionante. 

Actualmente, ella camina, ya tiene la marcha, controla mejor su cuerpo y puede desempeñarse y desenvolverse en la sociedad; lo que ha aumentado mucho su calidad de vida; ya que es capaz de reclamar su independencia, y de moverse y de trasladarse sin ningún conflicto. 

Esto ha sido posible gracias al apoyo que hemos recibido de la Fundación.  Nosotros, antes de llegar aquí habíamos ido a varios lugares para la rehabilitación de Miroslava, pero no habíamos encontrado el apoyo que hemos encontrado aquí en la Fundación, que tiene a doctoras con la especialidad médica que se requiere, como la doctora Verónica.

Foto de Miroslava en la Fundación Down de Puebla
En la Fundación Down de Puebla los bebés con síndrome de Down reciben estimulación temprana.

Historia de éxito de la Fundación Mexicana del Riñón. Testimonio de Patricia Mayoral

La Fundación Mexicana del Riñón me enseñó que la insuficiencia renal no es la muerte. Escucha el testimonio de Patricia Mayoral.

Fue con mi primera cita al nefrólogo,  y me dijo: “tienes insuficiencia renal, estás en la última etapa”.

Llevo cuatro años con este padecimiento. Estuve batallando porque no hay síntomas de la enfermedad. Me detectaron ya en la última etapa de mi enfermedad. Me dijeron que tenía hipoplasia renal, es decir, que mis riñones se quedaron chiquitos, no crecieron.

Llegué a la Fundación Mexicana del Riñón y ahí me dijeron que había otra forma de vivir. Entonces ellos me ayudaron a mejorar mi estado de salud, porque la Fundación te da armas para cuidarte.

Entonces ese fue uno de los retos más importantes de mi vida. El abrirme los ojos de que hay más allá de esta enfermedad.  Que esta enfermedad no es la muerte, solamente que hay que aprender a vivirla y la aprendí a vivir gracias a la Fundación.

El otro reto fue el trasplante. Porque yo tenía el 15% del funcionamiento renal. Entonces, yo quería llegar al trasplante sin la hemodiálisis y sin la diálisis peritoneal.

Llegó el momento que el doctor me dijo: “Pati, en 15 días te trasplantamos” Y yo, ¡pues, wow!, ¿No? Batallé cuatro años para trasplantarme pero,  ¡lo logré!

Pienso hacer lo máximo con este riñón nuevo.  Entonces, es magnífica la Fundación. No lo voy a dejar de repetir, ni de difundir.

Te ayudan mucho, en lo psicológico, en lo moral, en todo. Se vuelven tus amigos y tu familia.

Foto de Patricia Mayoral.
Patricia Mayoral logró un trasplante de riñón gracias a Mexrenal.

Hay  problemáticas que ponen a niñas y niños en una situación de extrema vulnerabilidad. Conoce la historia de Aurelio Sevilla y cómo fue acogido por muchos años por el Internado Infantil Guadalupano, hasta convertirse en un profesionista.

Aurelio Sevilla se superó gracias al apoyo del Internado Infantil Guadalupano.

Nací hace 33 años en una comunidad indígena, llamada Patla, en Puebla. Mi origen es Totonaco. Mi papá era alcohólico y quedé prácticamente huérfano a los 2 años. Desde entonces, los vecinos fueron quienes me cuidaron. Algunos días los pasaba con mi madrina de bautizo, otros días con otra familia. Pero llegó un día en que encontré la oportunidad de huir de esa realidad. 

Un amigo del pueblo, que trabajaba vendiendo dulces y fruta en la Ciudad de México, me invitó a irme con él a trabajar. En una ocasión, ya trabajando en la capital del país, el “patrón” me descubrió regalando un dulce a una señora. Me golpeó en la cara. Me regañó y me dio dinero para ir a comprar más dulces. 

Fue entonces que aproveché la ocasión: tomé el trolebús y me dirigí a la Terminal del Norte para regresar a mi pueblo. Estando en la terminal me di cuenta que tenía cuatro problemas: primero, no hablaba bien español; segundo, no traía suficiente dinero; tercero, el nombre de la población que recordaba para regresar -“Villa Juárez”- se encuentra (al menos) una en cada estado de la República; y cuarto, era menor de edad. El resultado fue que no me podían vender ningún boleto y que hablarían a Trabajadores Sociales para que vinieran por mí.

Pero no quise esperar y me salí de la Terminal. Llegué a un parque, me quedé con un grupito de chavos que ahí vivían. Me bañaba en la fuente, comía lo que podía, y seguí vendiendo dulces.  Pasó otra semana y regresé a la Terminal decidido a irme con los de Trabajo Social.

Primero estuve en un albergue temporal y después de un par de meses llegaron a darme dos noticias, una buena y una mala. La mala fue que habían encontrado a mi papá en el pueblo, pero que seguía perdido en el alcohol y que además ni siquiera se había dado cuenta que yo me había ido. Y la buena, fue que tenían dos opciones para mi: una casa hogar: “El Mexicanito” o el Internado Infantil Guadalupano. Mi decisión inmediata fue el Internado Infantil Guadalupano. En ese momento se abrió una puerta en mi historia.

Ahora que soy mayor, comprendo que de niño, el estado de vulnerabilidad que tenía era muy grande: no existía para mi el derecho a un hogar y al bienestar; a la educación, a la salud. Además de mi origen indígena y la situación de orfandad sufría también explotación infantil. 

Cuando llegué al Internado, mi vida cambió. A partir de ese momento, tenía un lugar para dormir, con ropa limpia. Por primera vez en mi vida llegué a comer tres veces al día. Además, tenía agua limpia y caliente para bañarme.

Esto no fue lo más importante. Lo más valioso fue que había un equipo de personas que me cuidaban todo el tiempo. Me llevaban a la escuela y me daban todo lo necesario para poder estudiar. Además tenía una maestra que me ayudaba a regularizarme en distintas asignaturas y a aprender español. Esa presencia, tanto de los Hermanos Lasallistas, maestros y amigos del internado, fue lo que me permitió sentirme alguien importante. También, me ayudó a descubrir que era capaz de muchas cosas que nunca había imaginado. 

Continué con mis estudios. Terminé exitosamente la secundaria, lo cual me abrió las puertas a una buena preparatoria: La Universidad La Salle México. Esta última me costó mucho, pero logré terminarla.  El mismo Internado me ayudó a conseguir una beca para estudiar en la Universidad de La Salle Bajío. Decidí estudiar Turismo, lo que me ha permitido conocer muchos lugares y acumular muchas experiencias que me permitieron descubrir lo que más me gusta hacer. 

Al terminar la carrera me fui a vivir a Cozumel con el apoyo de uno de mis amigos. Comencé trabajando como mesero y buscando siempre nuevas oportunidades; pensaba que por el hecho de haber terminado la licenciatura iba a llegar de inmediato al menos como Capitán en un restaurante. 

Tuve que aprender inglés y entre la práctica y el estudio, en un par de años ya dominaba el idioma. Seguí preparándome y me certifiqué como Sommelier. Fui tocando puertas y tocando puertas, y se fueron dando las oportunidades. Actualmente soy Maître D´ Sommelier en Cancún, un logro profesional sumamente importante en mi vida. 

Sin embargo, para mí lo más importante es mi familia: mi esposa y mis hijos; y, claro, que soy resultado de las acciones de muchas personas que pusieron su granito de arena para que mi proyecto de vida se transformara en una mejor versión.

Tengo muchas cosas todavía por transformar y por construir y tengo el compromiso de no defraudar a quienes han confiado en mí. Quiero que mi vida sea un homenaje al Internado y a todos quienes me transformaron en alguien mejor. Tengo la convicción y el interés en hacer algo por quienes más lo necesitan.

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“Me siento una persona importante, que puedo dar mensajes sobre la discapacidad intelectual”, asegura Andrea.

Foto de Andrea
Andrea da testimonio de que una persona con síndrome de Down puede tener una vida independiente.

Tengo 25 años. Desde que nací mi familia siempre me ha apoyado y ha buscado lo mejor para mí. 

Desde que empecé la escuela siempre ha sido en inclusión. He estado en muchas actividades como terapia física, cognitiva, de lenguaje, y cuando empecé a caminar hice mucho deporte, aprendí a nadar, hice gimnasia, jugué futbol, baloncesto y tenis.

Siempre he estado en escuelas y actividades de inclusión, y también en grupos de actividades de personas con discapacidad intelectual. Hice primaria, secundaria, preparatoria y la Universidad con un programa especial de educación para la vida. Claro, todo con currículum adaptado a lo que yo podía aprender y hacer. Lo importante en la Universidad es que empecé con actividades laborales en diferentes departamentos, donde he aprendido lo importante que es el trabajo como la puntualidad, como debo de vestirme, respetar a mis jefes y trabajar bien. 

He podido trabajar en diferentes lugares y lo que más me gusta es trabajar en oficina. Diferentes organizaciones me han ayudado a tener trabajo, entre ellas Best Buddies. Y gracias a un foro de familia, de Best Buddies y Olimpiadas Especiales de hace 2 años, conocí a Pilar Bazán y Fernanda Martínez, de Olimpiadas Especiales. Platicando con ellas me invitaron a participar en Olimpiadas Especiales, como atleta líder.

Paola Martinelli me ha ayudado y apoyado en el programa de Atletas Líderes y para mí ha sido muy importante porque me gusta mucho hablar en público y con el programa he tenido oportunidad de hacerlo. Además, también me han dado la oportunidad de ser voluntaria en las oficinas nacionales, todos los directores me tratan muy bien y les ayudo a hacer algunos trabajos que me piden. 

Participé en un seminario de Líderes de Olimpiadas Especiales Latinoamérica, en donde aprendí muchas cosas, como liderazgo,  me ha gustado mucho todo esto e hice el cineminuto.  Y al ver a mis compañeros atletas competir y ganar medallas, empecé a hacer ejercicio otra vez. Estoy haciendo crossfit, bailo belly dance en una academia y estoy iniciando gimnasia rítmica y me gustaría practicar atletismo. Lo que más quiero ahora es llegar a competir y ganar medallas.

Esto para mí ha sido muy importante en mi vida porque gracias al programa de Olimpiadas Especiales México me siento una persona importante, que puedo dar mensajes sobre la discapacidad intelectual. Me enseña muchas cosas al poder participar con ellos, al participar en diferentes eventos donde convivo con muchas personas con y sin discapacidad intelectual, me ha motivado a hacer deporte y he podido conocer a muchos compañeros atletas.  Ha sido una gran oportunidad para mi desarrollo y para mi vida.

Esto lo veo siempre en Olimpiadas Especiales, nos tratan muy bien a todos los atletas y nos dan la oportunidad de pertenecer a un grupo tan importante y no solo estar en casa. Que todos se den cuenta que nosotros también tenemos ganas de hacer cosas y podemos hacerlas: ir a la escuela, trabajar, hacer deporte, competir, convivir con mucha gente y comportarnos muy bien.

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“Con mi sueldo de maestra, yo no podría pagar mis medicamentos”. Después de su trasplante, Isabel necesitaba medicamentos costosos, de por vida, para que su cuerpo no rechazara el nuevo órgano. Conoce el apoyo que ha recibido de la Fundación para la Salud Hepática.

Pacientes trasplantados requieren de costosos medicamentos para que su cuerpo no rechace el nuevo órgano.

Mi nombre es Isabel Sánchez, tengo 75 años, soy de la Ciudad de México. A los 28 años me hicieron una cirugía, me hicieron histerectomía, o sea, me quitaron la matriz.

Y pues lógico, verdad, como tenía problemas yo en esa etapa, antes de la cirugía el médico dijo “Bueno, vamos a hacer una transfusión”.

Bueno, se realizó la transfusión, tranquilo, lo que sea. Y en esa transfusión, ¡sorpresa! Yo no sabía que llevaba ahí un virus horroroso que me contagió, me contagió la hepatitis C.

Y bueno pues, pues bueno, pasó mi cirugía, pasaron los años, pasó todo y yo nunca me di cuenta de que tuviera un problema tan serio de salud.

En algún momento que me hacen un estudio me dicen: “aquí hay algo, hay algo en su hígado, estamos encontrando un hepatocarcinoma”.

Es cuando el doctor Ignacio García Juárez, de Nutrición, dice: “vamos a hacer un trasplante”. “Señora, va a quedar usted en lista de espera para trasplante”.

Yo estoy desde el mes siguiente de mi trasplante fue el… 19 de diciembre. En enero, yo fui a Funhepa (en Avenida Revolución) y empecé a tomar Prograf, que era el medicamento que el doctor Ignacio García me dijo: “este es el medicamento que usted debe tomar y lo va a tomar de por vida”.

Pues sí, de por vida lo seguimos tomando… ya muchos años. Mucho agradecimiento a Fundhepa porque verdaderamente si no hubiera sido por Fundhepa que me ha dado la oportunidad de conseguir el medicamento a un precio accesible, bueno; no sé lo que hubiera hecho.

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Foto de Isabel Sánchez
Isabel Sánchez recibió apoyo de Fundhepa para pagar sus medicamentos.

¡Vamos a demostrar que las organizaciones de la sociedad civil (OSC) cambiamos el mundo todos los días!

Envía tu historia de éxito (fotos, cartas y videos de tus beneficiarios) a Alejandra González Tirado, Oficial de Comunicación del Cemefi, al correo alejandra.gonzalez@cemefi.org.

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“Mamá, por favor quita esa foto mía, porque ahí no soy yo”. Al igual que Karina, muchas mamás no conocen ni siquiera la palabra “transgénero”, lo que les dificulta apoyar a sus hijos o hijas en el proceso de descubrir su identidad. Conoce la historia de César y Karina y la orientación que recibieron de la OSC Musas de Metal, lo que les permite reconocerse mutuamente y crecer juntos. Leer en este enlace

“Con mi sueldo de maestra, yo no podría pagar mis medicamentos”. Después de su trasplante de hígado, Isabel necesitaba medicamentos costosos, de por vida, para que su cuerpo no rechazara el nuevo órgano. Conoce su historia y el apoyo que ha recibido de Fundhepa. Leer en este  enlace

“Por primera vez en mi vida, tuve la oportunidad de comer 3 veces al día”. Hay  problemáticas que ponen a niños y niñas en una situación de extrema vulnerabilidad. Conoce la historia de Aurelio y cómo fue acogido por muchos años por el Internado Infantil Guadalupano, hasta convertirse en un profesionista. Leer en este enlace

“Lo importante de mi historia es que tengo síndrome de Down, tengo 25 años y me gusta mi vida como es”. Andrea demuestra que los adultos con discapacidad intelectual pueden ser independientes cuando existen OSC que desarrollan al máximo sus capacidades. Conoce su historia y el apoyo recibido de Olimpiadas Especiales. Leer en este enlace

“Aprendí que la insuficiencia renal no es la muerte”,  señala Patricia, quien se enteró de su situación cuando estaba en la última etapa de la enfermedad. Conoce su historia y cómo la Fundación Mexicana del Riñón la ayudó a conseguir un trasplante de riñón y con eso, salvar su vida. Leer en este enlace.

“Miroslava solo sostenía su cuello hace seis meses y ahora ya hasta camina”, asegura Julieta al relatar los rápidos avances que ha tenido su hija Miroslava en tan solo un semestre. Conoce su historia y la relevancia que ha tenido la Fundación Down Puebla en su desarrollo. Leer en este enlace.

¿A dónde puedo llegar, sin estudios y sin carrera? Era la pregunta que con tristeza se hacía Lupita, quien tuvo que abandonar su carrera de música por problemas económicos. Conoce su historia y cómo el apoyo de La Cima IAP significó para ella concluir su licenciatura y hasta desarrollar un proyecto comunitario. Leer en este enlace

 
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