Incluir para educar. Conoce el testimonio de Laura, quien habla de su experiencia en Fundación MVS.

La Fundación MVS une esfuerzos con UTECA para dar acceso a la educación universitaria a personas sordas.

Hola, me llamo Laura y soy sorda.

Toda mi vida fue un continuo esfuerzo, y gracias a mis padres, maestros y terapeutas, terminé la prepa. La verdad nunca pensé que el verdadero sufrimiento empezaría después y pensar qué hacer con mi vida.

Toqué muchas puertas y viví frustración tras frustración, y carreras truncadas y diplomados que no entendía nada. Llegué a pensar que no era buena para nada. Empecé a tejer y eso me mantuvo ocupada por un tiempo.

Hasta que llegó un ángel que me dio la oportunidad de conocer UTECA y Fundación MVS Radio. Mi situación económica no era fácil. Mi familia pasa por momentos difíciles y entonces me ofrecieron ayuda con el apoyo de la Universidad que se adapta a mi discapacidad.

¡Me encanta! Por primera vez estoy feliz, estoy realizada. Al estar en UTECA ha cambiado mi vida, conviviendo con mis compañeros, maestros e intérpretes. Es padrísimo, estoy motivada y agradecida por el apoyo. Espero poder seguir como hasta ahora y dar todo de mi.

¿Han pensado qué pasa cuando encuentras el lugar perfecto, junto a lo que te encanta y te apoyen para estar ahí? Los invito a conocer a Fundación MVS Radio, a entrar en su página y vean todo lo que puede hacer para apoyar a las personas como yo y así seguir con nuestro sueño. ¡Gracias!

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Foto de Laura, persona sorda en la universidad UTECA
Laura encontró el lugar perfecto para estudiar su carrera universitaria, gracias a la Fundación MVS.

Historia de éxito de Ednica. Testimonio de Belém Rodríguez.

Belém Rodríguez Lucas relata el mayor aprendizaje que ha adquirido en Ednica. Escucha su testimonio.

Hola. Mi nombre es Belém Rodríguez Lucas, tengo 20 años, vengo asistiendo a Ednica desde los 6 años.

Para mí Ednica ha sido un factor muy importante en mi vida porque en lo largo de mi vida en Ednica he tenido la oportunidad de saber muchas cosas, participar en los talleres como salud, recreación, computación, prevención del embarazo y muchos así.

Pero para mi, lo más importan de de todo lo que he aprendido de Ednica son mis derechos, a tener un desarrollo pleno y digno, que no por nacer en un entorno como la situación de calle tenga que repetir los mismos patrones.

Para mí Ednica ha sido ese apoyo para saber que hay más que solo la calle. Actualmente me encuentro estudiante la universidad, estoy estudiando Derecho. A mí lo que me impulsó a estudiar la carrera es que Ednica me ha permitido ver que tengo derechos y que estos derechos nos permiten tener un desarrollo pleno, pero a veces el entorno en el que nos encontramos ni siquiera sabemos que los tenemos.

Yo cuando termine mi carrera, mi gran anhelo es poder trabajar en una asociación civil y poder hacer lo mismo que hace Ednica.

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Foto de Belém Rodríguez
Belém Rodríguez aprendió “que hay más que solo la calle” gracias a Ednica.

Hay  problemáticas que ponen a niñas y niños en una situación de extrema vulnerabilidad. Conoce la historia de Aurelio Sevilla y cómo fue acogido por muchos años por el Internado Infantil Guadalupano, hasta convertirse en un profesionista.

Aurelio Sevilla se superó gracias al apoyo del Internado Infantil Guadalupano.

Nací hace 33 años en una comunidad indígena, llamada Patla, en Puebla. Mi origen es Totonaco. Mi papá era alcohólico y quedé prácticamente huérfano a los 2 años. Desde entonces, los vecinos fueron quienes me cuidaron. Algunos días los pasaba con mi madrina de bautizo, otros días con otra familia. Pero llegó un día en que encontré la oportunidad de huir de esa realidad. 

Un amigo del pueblo, que trabajaba vendiendo dulces y fruta en la Ciudad de México, me invitó a irme con él a trabajar. En una ocasión, ya trabajando en la capital del país, el “patrón” me descubrió regalando un dulce a una señora. Me golpeó en la cara. Me regañó y me dio dinero para ir a comprar más dulces. 

Fue entonces que aproveché la ocasión: tomé el trolebús y me dirigí a la Terminal del Norte para regresar a mi pueblo. Estando en la terminal me di cuenta que tenía cuatro problemas: primero, no hablaba bien español; segundo, no traía suficiente dinero; tercero, el nombre de la población que recordaba para regresar -“Villa Juárez”- se encuentra (al menos) una en cada estado de la República; y cuarto, era menor de edad. El resultado fue que no me podían vender ningún boleto y que hablarían a Trabajadores Sociales para que vinieran por mí.

Pero no quise esperar y me salí de la Terminal. Llegué a un parque, me quedé con un grupito de chavos que ahí vivían. Me bañaba en la fuente, comía lo que podía, y seguí vendiendo dulces.  Pasó otra semana y regresé a la Terminal decidido a irme con los de Trabajo Social.

Primero estuve en un albergue temporal y después de un par de meses llegaron a darme dos noticias, una buena y una mala. La mala fue que habían encontrado a mi papá en el pueblo, pero que seguía perdido en el alcohol y que además ni siquiera se había dado cuenta que yo me había ido. Y la buena, fue que tenían dos opciones para mi: una casa hogar: “El Mexicanito” o el Internado Infantil Guadalupano. Mi decisión inmediata fue el Internado Infantil Guadalupano. En ese momento se abrió una puerta en mi historia.

Ahora que soy mayor, comprendo que de niño, el estado de vulnerabilidad que tenía era muy grande: no existía para mi el derecho a un hogar y al bienestar; a la educación, a la salud. Además de mi origen indígena y la situación de orfandad sufría también explotación infantil. 

Cuando llegué al Internado, mi vida cambió. A partir de ese momento, tenía un lugar para dormir, con ropa limpia. Por primera vez en mi vida llegué a comer tres veces al día. Además, tenía agua limpia y caliente para bañarme.

Esto no fue lo más importante. Lo más valioso fue que había un equipo de personas que me cuidaban todo el tiempo. Me llevaban a la escuela y me daban todo lo necesario para poder estudiar. Además tenía una maestra que me ayudaba a regularizarme en distintas asignaturas y a aprender español. Esa presencia, tanto de los Hermanos Lasallistas, maestros y amigos del internado, fue lo que me permitió sentirme alguien importante. También, me ayudó a descubrir que era capaz de muchas cosas que nunca había imaginado. 

Continué con mis estudios. Terminé exitosamente la secundaria, lo cual me abrió las puertas a una buena preparatoria: La Universidad La Salle México. Esta última me costó mucho, pero logré terminarla.  El mismo Internado me ayudó a conseguir una beca para estudiar en la Universidad de La Salle Bajío. Decidí estudiar Turismo, lo que me ha permitido conocer muchos lugares y acumular muchas experiencias que me permitieron descubrir lo que más me gusta hacer. 

Al terminar la carrera me fui a vivir a Cozumel con el apoyo de uno de mis amigos. Comencé trabajando como mesero y buscando siempre nuevas oportunidades; pensaba que por el hecho de haber terminado la licenciatura iba a llegar de inmediato al menos como Capitán en un restaurante. 

Tuve que aprender inglés y entre la práctica y el estudio, en un par de años ya dominaba el idioma. Seguí preparándome y me certifiqué como Sommelier. Fui tocando puertas y tocando puertas, y se fueron dando las oportunidades. Actualmente soy Maître D´ Sommelier en Cancún, un logro profesional sumamente importante en mi vida. 

Sin embargo, para mí lo más importante es mi familia: mi esposa y mis hijos; y, claro, que soy resultado de las acciones de muchas personas que pusieron su granito de arena para que mi proyecto de vida se transformara en una mejor versión.

Tengo muchas cosas todavía por transformar y por construir y tengo el compromiso de no defraudar a quienes han confiado en mí. Quiero que mi vida sea un homenaje al Internado y a todos quienes me transformaron en alguien mejor. Tengo la convicción y el interés en hacer algo por quienes más lo necesitan.

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“Me siento una persona importante, que puedo dar mensajes sobre la discapacidad intelectual”, asegura Andrea.

Foto de Andrea
Andrea da testimonio de que una persona con síndrome de Down puede tener una vida independiente.

Tengo 25 años. Desde que nací mi familia siempre me ha apoyado y ha buscado lo mejor para mí. 

Desde que empecé la escuela siempre ha sido en inclusión. He estado en muchas actividades como terapia física, cognitiva, de lenguaje, y cuando empecé a caminar hice mucho deporte, aprendí a nadar, hice gimnasia, jugué futbol, baloncesto y tenis.

Siempre he estado en escuelas y actividades de inclusión, y también en grupos de actividades de personas con discapacidad intelectual. Hice primaria, secundaria, preparatoria y la Universidad con un programa especial de educación para la vida. Claro, todo con currículum adaptado a lo que yo podía aprender y hacer. Lo importante en la Universidad es que empecé con actividades laborales en diferentes departamentos, donde he aprendido lo importante que es el trabajo como la puntualidad, como debo de vestirme, respetar a mis jefes y trabajar bien. 

He podido trabajar en diferentes lugares y lo que más me gusta es trabajar en oficina. Diferentes organizaciones me han ayudado a tener trabajo, entre ellas Best Buddies. Y gracias a un foro de familia, de Best Buddies y Olimpiadas Especiales de hace 2 años, conocí a Pilar Bazán y Fernanda Martínez, de Olimpiadas Especiales. Platicando con ellas me invitaron a participar en Olimpiadas Especiales, como atleta líder.

Paola Martinelli me ha ayudado y apoyado en el programa de Atletas Líderes y para mí ha sido muy importante porque me gusta mucho hablar en público y con el programa he tenido oportunidad de hacerlo. Además, también me han dado la oportunidad de ser voluntaria en las oficinas nacionales, todos los directores me tratan muy bien y les ayudo a hacer algunos trabajos que me piden. 

Participé en un seminario de Líderes de Olimpiadas Especiales Latinoamérica, en donde aprendí muchas cosas, como liderazgo,  me ha gustado mucho todo esto e hice el cineminuto.  Y al ver a mis compañeros atletas competir y ganar medallas, empecé a hacer ejercicio otra vez. Estoy haciendo crossfit, bailo belly dance en una academia y estoy iniciando gimnasia rítmica y me gustaría practicar atletismo. Lo que más quiero ahora es llegar a competir y ganar medallas.

Esto para mí ha sido muy importante en mi vida porque gracias al programa de Olimpiadas Especiales México me siento una persona importante, que puedo dar mensajes sobre la discapacidad intelectual. Me enseña muchas cosas al poder participar con ellos, al participar en diferentes eventos donde convivo con muchas personas con y sin discapacidad intelectual, me ha motivado a hacer deporte y he podido conocer a muchos compañeros atletas.  Ha sido una gran oportunidad para mi desarrollo y para mi vida.

Esto lo veo siempre en Olimpiadas Especiales, nos tratan muy bien a todos los atletas y nos dan la oportunidad de pertenecer a un grupo tan importante y no solo estar en casa. Que todos se den cuenta que nosotros también tenemos ganas de hacer cosas y podemos hacerlas: ir a la escuela, trabajar, hacer deporte, competir, convivir con mucha gente y comportarnos muy bien.

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“Con mi sueldo de maestra, yo no podría pagar mis medicamentos”. Después de su trasplante, Isabel necesitaba medicamentos costosos, de por vida, para que su cuerpo no rechazara el nuevo órgano. Conoce el apoyo que ha recibido de la Fundación para la Salud Hepática.

Pacientes trasplantados requieren de costosos medicamentos para que su cuerpo no rechace el nuevo órgano.

Mi nombre es Isabel Sánchez, tengo 75 años, soy de la Ciudad de México. A los 28 años me hicieron una cirugía, me hicieron histerectomía, o sea, me quitaron la matriz.

Y pues lógico, verdad, como tenía problemas yo en esa etapa, antes de la cirugía el médico dijo “Bueno, vamos a hacer una transfusión”.

Bueno, se realizó la transfusión, tranquilo, lo que sea. Y en esa transfusión, ¡sorpresa! Yo no sabía que llevaba ahí un virus horroroso que me contagió, me contagió la hepatitis C.

Y bueno pues, pues bueno, pasó mi cirugía, pasaron los años, pasó todo y yo nunca me di cuenta de que tuviera un problema tan serio de salud.

En algún momento que me hacen un estudio me dicen: “aquí hay algo, hay algo en su hígado, estamos encontrando un hepatocarcinoma”.

Es cuando el doctor Ignacio García Juárez, de Nutrición, dice: “vamos a hacer un trasplante”. “Señora, va a quedar usted en lista de espera para trasplante”.

Yo estoy desde el mes siguiente de mi trasplante fue el… 19 de diciembre. En enero, yo fui a Funhepa (en Avenida Revolución) y empecé a tomar Prograf, que era el medicamento que el doctor Ignacio García me dijo: “este es el medicamento que usted debe tomar y lo va a tomar de por vida”.

Pues sí, de por vida lo seguimos tomando… ya muchos años. Mucho agradecimiento a Fundhepa porque verdaderamente si no hubiera sido por Fundhepa que me ha dado la oportunidad de conseguir el medicamento a un precio accesible, bueno; no sé lo que hubiera hecho.

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Foto de Isabel Sánchez
Isabel Sánchez recibió apoyo de Fundhepa para pagar sus medicamentos.
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